11º Concurso de Cuento Histórico.


Publicado por Arturo Guevara Escobar

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Un juego de cartas. 

Por Arturo Guevara Escobar

Cuento Histórico premiado con una Mención Especial en el 11º Concurso de Cuento Histórico en la categoría Postuniversitaria.



   Era sabido que en la cerrada de la Compañía casa número 12 se encontraba un garito. Desde hace un tiempo y sin mayor trascendencia para la autoridad, así lo había hecho notar el finado Don Jesús Ibarra y León, jefe político del primer cantón de Jalisco. Sin embargo era de buena tradición su existencia, buena digo...porque era un negocio floreciente con una concurrencia solícita de peleas de gallos, juegos de azar y bebidas embriagantes.

   El 14 de Octubre del 1894 le llegó su fin. Quién nos dirá que callo pisaron para que ahora si fuera notoria su presencia; sí no se pusieron guapos con la autoridad o algún oficial con exceso de celo profesional tomó la iniciativa. Al inspector General de Policía le dieron el pitazo, según el informe presentado a los jueces: “hay un establecimiento destinado a juegos prohibidos por la ley”. Se detuvieron a los señores Coronel Félix Vélez, los Mayores Juan J. Navarra y Pedro Gutiérrez y dos paisanos. !Se les llevó a la oficina del Inspector General y no al lugar destinado para los detenidos¡ Ahí permanecieron hasta las seis de la tarde cuando fueron puestos en libertad al momento en que el Secretario del Ejecutivo Estatal tuvo noticia del incidente. Había una condición…se debían presentar a la calificación del día siguiente; quedando a disposición del Juez respectivo, unos en el Cuartel General y los otros en la penitenciaría.

   Hay otra historia que les quiero contar. El Coronel Vélez desde un principio tomó un camino diferente. No le pareció justo terminar con la fiesta e insistía en continuarla, exigió a sus captores vivo mezcal sin obtenerlo, hizo acopio de su florido lenguaje para ello y aunque salió bajo promesa de regresar al día siguiente no lo volvieron a ver. Es difícil estar en dos lugares al mismo tiempo; al día siguiente estaba llegando a la ciudad de México. Tras acicalarse y estar presentable se dirigió al Palacio Nacional donde lo esperaban, sin mucha antesala se presentó en la oficina del Señor Presidente. En su interior lo esperaba Don Porfirio Díaz, de pie meneando la cabeza en son de reprobación mientras decía: ¡qué voy hacer contigo Jicamita! No sin abrir los brazos y estrecharlo fuertemente. Le susurró al oído: “A los amigos, justicia y gracia; a los enemigos, la ley a secas”; ambos soltaron la carcajada. Cuantas veces no se había escuchado esa frase desde que Don Benito Juárez la acuñara. A lo que el Coronel Vélez contestó: me aburro y sin cabalgar no puedo descansar en paz.
   Félix Vélez desde muy pequeño gustó de cabalgar, era buen jinete y por mucho tiempo cuando la esbelta figura se lo permitió, aficionado a participar en carreras parejeras; ahora, sólo apostaba. Así entabló amistad con José María Donato Guerra y Pedro A. Galván, y cuando la necesidad lo dictó, todos ingresaron a los cuerpos de caballería del bando Liberal. Félix, llegó a ser Coronel, sus amigos Generales, y sí no prosperó más sería por su excesivo gusto por cabalgar. Cabalgó y cabalgó por los cantones de Jalisco formando una muy amplia familia, cabalgó durante los tres años de guerra y tras las huestes francesas, ahí fue cuando hizo amistad con Don Porfirio mientras se mezclaba con el Ejército de Oriente. Cabalgó en 1868 en contra del electo gobierno del Licenciado Benito Juárez; él, le aplicó la ley a secas. No pudo descansar con mucha paz cuando por algunos meses le dieron alojamiento en la penitenciaría de Guadalajara; por lo menos aprovechó el tiempo y aprendió a leer y escribir en el sistema educativo juarista.

 Tres años después volvió a cabalgar, formó parte del Estado Mayor del “Ejército popular Constitucionalista, División Jalisco” organizado por el General Pedro A. Galván, y aciertan al pensar que nuevamente se rebeló a causa del gobierno del Presidente Juárez. Se reunió con el General Díaz por las tierras de Colima y se le encomendó la tarea de recaudar fondos para el movimiento armado. Tras la muerte del Presidente Juárez en Julio de 1872 desapareció una de las principales motivaciones del descontento, y el Ejército Constitucionalista se acoge a la Ley de Amnistía promulgada por el nuevo Presidente, Sebastián Lerdo de Tejada. Fueron purititas palabras para arrullar el oído, tardó más en aceptar la amnistía que en ponerse en rebeldía. Organizó una guerrilla, durante tres años mantendría a raya el control por el Cantón de Sayula; o como él diría: se dedicó a los negocios. Con el buen descanso que le provocaba tanta cabalgata se encontraba con suficientes energías para pasar de las acciones guerrilleras a la acción revolucionaria. El 12 de Febrero de 1876 se levanta en armas con la guarnición de Sayula poniéndose bajo las ordenes de los Generales Donato Guerra y Pedro A. Galván. Por sus ameritados jefes el Coronel fue ampliamente autorizado para habilitar recursos de todo género para el sostenimiento de las fuerzas que organizó, en base al artículo 11º del Plan de Tuxtepec; la experiencia le redituaba frutos. Con la práctica adquirida durante el levantamiento de La Noria supo organizar mejor sus esfuerzos dándole fluidez al suministro de pertrechos. Casi un año después, el Congreso del Estado de Jalisco reconoció el Plan de Tuxtepec, el General Díaz entró victorioso en Guadalajara seguido por 12 mil hombres.

  Que voy hacer contigo Jicamita… repetía el Presidente Díaz, seguramente al recordar lo que les acabo de contar, sin poder contener la carcajada cuando ve a su amigo sacar la baraja tomándole la delantera.

  El 5 de Mayo de 1877 asumió la presidencia el General Díaz, contó con una abrumadora mayoría para llegar al cargo, también Ignacio L. Vallarta ganó por un margen muy amplio la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, lo que hizo de él un candidato natural para sucederle y ocasionó el distanciamiento de ambos personajes; uno representando a los políticos liberales civiles, el otro a los militares triunfantes en las luchas recientemente concluidas. Se decía que Vallarta había hecho muchos enemigos en Jalisco; sin embargo en las elecciones de noviembre de 1878 su partidario Fermín González Riestra venció...en contra del porfirista Pedro A. Galván. No hubiera sido así, con sus dos amigos agraviados el Coronel Vélez volvió a tomar las armas; perdón, volvió a cabalgar. Algunos disturbios ocurridos al calor de las elecciones permitieron la injerencia del comandante militar Francisco Tolentino, de esta manera cuando González Riestra tomó posesión, los porfiristas habían tomado previsiones. Al asumir Manuel González la presidencia de la nación en el relevo de cargo de 1880, Vallarta quedó derrotado; en Jalisco comenzó el ocaso de quienes aspiraban a que continuara el gobierno de civiles. A fines del año siguiente en el Congreso de Jalisco, vallartistas y porfiristas se proclamaron igualmente triunfadores y se acusaron mutuamente de tramposos. El 1 de Febrero de 1882, los diputados vallartistas apoyados por el Congreso saliente se instalaron en la sede oficial de la Cámara; mientras los otros con el respaldo de las huestes de Tolentino hacían lo mismo en el mesón de Guadalupe. La disputa llegó hasta el Ministerio de Gobernación; mas éste no se pronunció a favor de ninguno, en tanto que Tolentino, aprovechando una excusa mínima sacó a sus soldados a la calle, impuso sus diputados por la fuerza y obligó al mandatario González Riestra a renunciar. En el lugar de gobernador interino quedó Antonio I. Morelos. En su corto mandato logra ponerle un poco de orden a la seguridad del Estado, el 7 de Mayo una guerrilla de setenta hombres, encabezados por Ireneo Cardona y Juan Ruíz se somete en Mascota; y cerca de Teocuitatlan fue derrotado el coronel Félix Vélez.

   El Presidente Díaz cavilaba en qué forma actuar en relación al Coronel; al mismo tiempo que analizaba el juego de cartas que le habían tocado. El Coronel saca un billete y lo coloca a la vista diciendo: para ponerle interés al asunto. A su vez que el General habría uno de los cajones de su escritorio y respondía con un flamante billete de la misma denominación; musitaba: ¿Presidente Municipal?

   En el 1885 lo fui de Sayula y la verdad no lo disfrute mucho aclaraba el Coronel, haciendo un gesto con la mano para ofrecerle otra carta al General. Una, indicó el Presidente, poniendo otro billete en juego. La política, ni la administración pública eran el fuerte del Coronel prefiriendo la explotación y beneficio de la raíz del zacatón, las fincas y el comercio que ejercía con frecuencia en los Estados de Oaxaca y Veracruz además de su terruño natal, Jalisco. Y de hecho el Coronel de Caballería Auxiliar Félix Vélez se encontraba en depósito por voluntad propia desde 1889, en otras palabras en reserva, claro sin dejar de recibir su estipendio de tres pesos diarios, y solicitando frecuentes permisos con goce de sueldo para atender sus negocios personales. El General había terminado de armar su juego mostrando las cartas a su oponente. Había ganado...y recogía el monto de la apuesta. Te quiero tener cerca de mí, afirmaba categórico; para seguir jugando...

   A partir de ese momento era nombrado vocal suplente del Consejo de Guerra en la ciudad de México, para la 5ª zona militar; obteniendo la titularidad del vocal propietario del Consejo de Guerra Permanente en 1896. Así los dos amigos siguieron jugando cartas por algunos años más.

El que se mueve no sale en la foto, Aurelio Escobar Fotógrafo Profesional.


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